Narcotizado por el insomnio te buscaba entre las rejas de la ventana. Contaba las horas y los días que faltaban para volver a verte. En un lugar extraño, el más odioso para mi en aquellos momentos, debía existir un punto donde encontrarnos. Un lunar de tu cuerpo, por ejemplo. Me castigaba imaginándote: riendo, hablando o recogiéndote el pelo. Mataría a todos aquellos que estaban mirándote en ese momento. Y una vez más, tu voz. O tu boca. O todo lo que me gritaban las sombras de esa oscura y helada habitación.
Benit Mahan
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