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martes, 26 de mayo de 2009

Loser




"Talento malgastado", le decía Sony a Calloghero en una historia del Bronx. La primera vez que vi aquella obra maestra de De Niro, me impactó gratamente, pero por mi tierna edad no llegué a desentrañar todas las dimensiones de esas dos palabras. Después con el tiempo me he negado a pensar que De Niro se quedase tan sólo en la superficie haciéndole un sentido homenaje al "american dream", al "yes we can", sino que intentaba ir más allá.
Echando un vistazo a mi alrededor veo mucho talento malgastado, demasiado. Veo la generación que se ha criado con el "just do it" de Nike (lo del "yes we can" es el mejor invento americano,incluso por encima del big mac, y no es nuevo), la que ha empezado a gozar de todo "por lo que tanto lucharon sus padres", la que no tiene ilusión por nada, ni ideales, ni causas por las que luchar, y la que se encuentra profundamente perdida y deprimida por los pasillos de este horrible sistema. Esos pasillos son los mismos que los de los grandes centros comerciales, la gran alegoría de nuesro tiempo, auténticas catedrales del consumismo del siglo XXI, lugares en los que experimentamos una pérdida de criterio alarmante, y en los que nos dejamos dirigir en base al manejo de nuestros deseos y debilidades.
Cuando con la supuesta consecución de algunos de los llamados "logros sociales" el hij0 del obrero por fin entró en la universidad, se le dijo que mirara, pero que intentara tocar lo menos posible, no fuera que alterara el edificio que tanto había costado "construir". Una cosa es que ahora mismo cualquier hijo de vecino pueda disfrutar de un pedacito de pastel y otra muy distinta es que aspire a cortar las partes del pastel. Así que después de saborear un poco las mieles, lo mejor es volver al redil y sin armar mucho escándalo, no sea que se despierte a las otras ovejas y haya que trasquilar el ganado. Además las frustraciones se cultivan en divanes y no con las cajeras del Día.
Seguramente el director comercial engominado de cualquier gran compañía me diría que el victimismo "made in" clase obrera ya no vale, que si uno lucha por lo que uno quiere puede llegar a conseguirlo. Tengo que reconocer que en momentos de debilidad, llegué a creerme el mayor engaño de nuestro tiempo. Desde el departamento de márketing del "Gran hermano" de vez en cuando se nos recuerda que fulanito "pudo", que aún pese a su míseros orígenes, gracias a su fe y a sus valores de esfuerzo y trabajo inquebrantables se alzó hasta lo más alto del escalafón social. Incluso se armaron teorías como la del llamado "ascensor social". Pero amigos, esto es España, y España es diferente. Aquí, como en muchos otros lugares del planeta, los trabajos, las casas, las influencias y el poder son traspasados de mano en mano por un selecto club, que de manera endémica sigue disfrutando de unos recursos y de unos sabores que no están hechos para los desagradecidos y vulgares paladares de la plebe.
Es más, junto a nuestros hermanos italianos no hay pueblo que sea un "estómago agradecido" como el nuestro con las hordas de caciques, Don Antonios, especuladores y toda clase de fauna que habita por estos lares. Como buenos cristianos que somos, ponemos la mejilla cuando se debe, no sea que el día de mañana haya un premio para nosotros y no seamos justos merecedores de el.
El sistema en sus bondades, también nos permite una serie de premios y concesiones, que fortalecen "la gran ilusión", que van desde el funcionariado en todas sus vertientes al premio más directo, que consiste en caerle bien a un Don Antonio. De esta manera siempre nos quedará la duda, y nos podrán azotar por nuestra "mala conciencia".
Siento que a veces tenga que ser descortés con tantos Don Antonios que me voy encontrando por la vida. O con sus hijos, cuando me vienen hablando de lo dura que ha sido su experiencia en Londres. Pero por favor, no me pidan que aplauda y sonría, porque al final terminaré haciendo lo que siempre he soñado y hemos soñado en hacer.
Para un amigo, que como yo, gusta de disfrutar de sus insomnios y reírse de sus desgracias y miserias.

sábado, 16 de mayo de 2009

La flaqueza del bolchevique



Me quito el sombrero...

En términos generales me la traen floja todas las cosas que no puedo hacer ni tener: es la ventaja de que todo lo que uno ve sea mierda o vaya camino de convertirse. Lo malo viene cuando uno ve algo que ostensiblemente no es mierda y a la vez se da cuenta de que no está a su alcance. Ése es el momento de la humillación y a nadie le da gusto que le humillen. Un probre diablo, o sea yo, puede aguantar mucho tiempo haciéndose el cínico, aunque no deje de ser un pobre diablo. Hasta que te humillan. Entonces hay que correr a esconderse donde no te encuentre nadie y echarse a llorar con mocos y todo. Uno se reeencuentra con el frágil infante defraudado sobre el que se asienta la personalidad de todo adulto, y recobra a la vez el ansia de conquistar el ensueño y la imposibilidad de lograrlo. Da igual cuánto corras o cuánto midas, ese sentimiento te derrumba. Hay gente muy esforzada y gente muy mañosa, pero es demasiado complicado seguir siendo duro mientras te estás sorbiendo los mocos.

"La flaqueza del bolchevique". Lorenzo Silva