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domingo, 11 de mayo de 2008

En este país...




"En este país mata una gallina y serás toda la vida un matagallinas, mata mil gallinas y serás un empresario"
Benit Mahan

No anda muy desencaminada la frase: lo vemos todos los días cuando en este, nuestro “querido país”, se encumbra al más tramposo, al ladrón, al explotador, al tirano. Y es que esto no pretende ser un homenaje a esos defensores de las “buenas costumbres”(Dios me salve de la Conferencia Episcopal) a los que oímos cada día en los medios de comunicación impartiendo e imponiendo sus lecciones morales, sino todo lo contrario. Más allá de maniqueísmos e informaciones sesgadas por las influencias de unos y otros, podemos hablar que algo funciona mal en este país cuando una persona roba una cantidad de dinero irrisoria y se le penaliza con la cárcel, mientras que otra que roba miles de millones puede librarse de esta en poco tiempo, y digo poco tiempo pensado en un plazo de días.
Y es que cosas más feas se me ocurre pensar…Con lo honrados y buenos trabajadores que somos en este país…Lo que ocurre es que somos especiales, llámenlo “picaresca española”, o llámenlo de cualquier otra forma. Por el cúmulo de especificidades que sean, poseemos un sexto sentido para las formas más avezadas de enfrentarnos e insertarnos en esta nuestra sociedad: me vienen a la cabeza palabras como “escaqueo” (Si, Hans, tenemos un término creado en español para explicar la evasión de nuestro puesto laboral), “pufo”, “chanchullo” y muchas otras versiones del “trapicheo” en general. Para bien o para mal somos un auténtico paraíso de evasión frente a los requerimientos legales, de la corrupción a todos los niveles y de objetores de cualquier sentido de “lo público”. Algunos le echan la culpa a ese “genoma latino”; siempre miramos de reojo a nuestros hermanos italianos, auténticos expertos en estas artes, pero el “caso español” posee su marca personal, esa impronta tan particular teñida de “campechanismo”, algo así como un comportamiento mafioso pero de “andar por casa”. Quien no ha escuchado alguna vez un caso similar al del hombre que le contó a un amigo entre cañas, “el arte que había tenido que utilizar en la declaración de hacienda para no declarar esas insignificantes tierras que tiene en el pueblo y donde se ha construido un chalet de 200 metrillos de nada”. Y todo esto echándose unas buenas risas, con palmaditas en la espalda incluidas. Pero realmente esto son auténticas menudencias con el dinero negro que mueve la piel de toro: “La factura ¿la quiere en negro o la ponemos con todas sus cositas?” A mi, cuando salió en los medios la noticia que decía que nuestro país era el que más billetes de 500€ poseía de la zona euro me entraron ganas de reír o de llorar (mi sueldo no llega ni de lejos a dos de estos), según se vea. La noticia iba acompañada de otro eufemismo técnico de “los expertos”, que decía que esto podía ser entre otras cosas por el blanqueo de capitales y por el “boom” inmobiliario. Me maravillan los giros lingüísticos que usan los expertos de nuestro país para formular la realidad del mismo, ya que también se podría describir, como una panda de “chorizos” que se enriqueció a costa de especular con la vivienda y que busca lavar el dinero negro de tan noble práctica.

Así los ejemplos que se han dado entre nuestras fronteras relacionados con la corrupción a todos sus niveles, son innumerables: desde Marbella a Madrid, pasando por Seseña o más recientemente el caso de los policías de Coslada (¿se imaginan una película al estilo “Training Day ambientada en Coslada, con los “polis” en plan “Latin Kings”? Desde el empresario más rico al último becario del reino, aquí todo el mundo “se busca las habichuelas” para evadir la ley y de paso llevarse algo más para el bolsillo.

En cultura, I+D o nivel de los sueldos ahí si que andamos a la cola de Europa, pero en el fino arte de la corrupción podemos presumir con todas las de la ley. Yo, con el fin de no desaprovechar tan buenas infraestructuras culturales, propongo la creación de postgrados universitarios (orientados también a un mercado internacional) en materia de corrupción. Sería incoherente no hacer negocio, con las cualidades innatas que poseemos para la materia mencionada.

Los que todavía nos cuesta, o no valemos para ello, como ustedes lo quieran ver, no “gorronear”, no pisar al prójimo para subir en nuestra carrera profesional y no apropiarnos sutilmente de lo ajeno a la mínima oportunidad, nos sigue quedando la etiqueta o el consuelo de la “buena gente”, la que al final del día se queda con cara de idiota por seguir tan jodida como siempre. Y es que, no nos engañemos, en este país nadie se ha hecho rico, sólo, trabajando…

El pobrecito hablador del 2008.

lunes, 5 de mayo de 2008

INTERNET, LAS CHAPAS,LA IMAGINACIÓN Y EL PODER



En la era digital, donde la tecnología nos hace analfabetos con cada movimiento de la aguja del reloj, encontramos nuevos panoramas que no por menos descritos se hacen menos desoladores. Si los ordenadores vinieron para facilitarnos la vida y descubrirnos un abanico de maravillosas posibilidades, simbolizados en la world wide web, es paradójico que se produzcan nuevos fenómenos completamente contrarios a la reacción esperada. En el octavo día, Dios creó Google. Entonces, cuando más "conectados" estábamos con el mundo, empezamos a "desconectarnos", de ese “mundito” que nos rodea, de esa cotidianeidad que nos separa del cada más presente “Matrix”. Y a pesar de toda esta comunicación e información desbordante, que nos apabulla a diario, cada día estamos más solos, más perdidos en la inmensidad de un nuevo mundo que se abre entre nosotros y del cual no tenemos las herramientas para abrir y desentrañar. Es más, tendemos a la nostalgia como postura natural, a la llamada reticencia al cambio y vivimos colgados de un romanticismo que pertenece ya a épocas pasadas, que en nuestros días no tiene cabida.

La cruzada digital que se está librando está produciendo fenómenos maravillosos y positivos. Internet se está consolidando como el único espacio donde se puede dar una libertad total, un intercambio indiscriminado de ideas y corrientes que no tiene dueño, que no está subyugado a intereses políticos y económicos, que vibra, muta y sueña bajo las pulsiones de un “pueblo” que por primera vez ha encontrado un lugar donde verdaderamente tener voz. Los grandes utópicos de la historia nunca soñaron tener un lugar de mayor proyección, donde las desigualdades y las injusticias se hacen invisibles. Los políticos tiemblan, los medios de comunicación encuentran un valladar a la manipulación, “youtube” legisla y juzga con pulso firme bajo las órdenes de una verdadera soberanía popular. Lógicamente, los poderes establecidos buscan utilizar esta poderosísima herramienta en su favor, pero la web es ingobernable, es una puerta a un universo infinito, imposible de cercenar o controlar una vez dentro de ella. La única posibilidad de ponerle muros a este universo, pasa por cerrar la puerta que da acceso al mismo, acción que los regímenes más despreciables del planeta se esmeran en cuidar.

Por contra, más allá de idílicas utopías se encuentran realidades menos agradecidas. La tendencia a la digitalización, a la facilitación de tareas que antiguamente requerían un trabajo artesanal, está revirtiendo en una pérdida general de la capacidad creativa e imaginativa. Si ante la falta de medios, se agudiza el ingenio, el exceso de información, de tecnologías, y en general el ascenso de un consumismo desbocado e innecesario nos ha llevado a terrenos menos fértiles para la creatividad. Quien más, quien menos, tiene a un Homer Simpson dominguero dispuesto a apoltronarse en el sofá y esperar a que crezcan las raíces, mientras la televisión, la consola o incluso el ordenador nos dan un entretenimiento debidamente masticado, listo para ingerir sin apenas esfuerzo. Nada nuevo; la “teletienda” puede vendernos un “aparatito” para ser menos conformistas y pasivos si así lo deseamos. El sistema se ha encargado de engullir las disidencias y de darles su nuevo papel en esta sociedad de consumo.

Lo que si es nuevo es la capacidad que hemos perdido de impresionarnos, e incluso de ilusionarnos. La lluvia de imágenes diaria, el torrente de productos que innecesariamente consumimos y en general esa sobreexposición a la información nos han llevado a este punto, a este estado de las cosas que se ha dado a llamar postmodernismo. El romanticismo murió hace rato: los niños no tienen ni idea de lo que significa jugar a las chapas, la cocina dentro de unos años será a través de píldoras, vivimos en la cultura de la inmediatez y las fórmulas tradicionales pierden todo su sentido en este contexto.
Ya no nos quedan héroes, ni ideologías a la que admirar, aunque me duela coincidir en algo con Fukuyama. Ante esto nos refugiamos en la nostalgia, hacemos homenajes a Mayo del 68, el “revival” está más vivo que nunca, todo vuelve, los 60, la música y la moda de los 70….Incluso encumbramos movimiento culturales o políticos no tan relevantes como realmente fueron por la imagen que hemos construido de ellos (¿la movida madrileña fue tan artística y rompedora como realmente nos la han vendido?). Pero da igual, porque lo que realmente nos importa es el romanticismo y heroísmo que se respiraba en aquellos sucesos. Aquellos movimientos que hoy en día consideramos irrepetibles. Tal vez el cine argentino tenga tan buena consideración porque aún con pocos medios, conserva la extraordinaria capacidad de conmovernos, de "tocarnos la fibra sensible", en estos tiempos en los que estas cuestiones cada vez son menos comunes: nada nos sorprende ya.
Las generaciones actuales de Occidente, sin embargo, permanecemos dormidas, sin nada por lo que luchar, sin ilusiones, conformadas con la realidad que nos han dibujado. Nos han dicho tantas veces que el mundo que nos ha tocado ya no se puede cambiar, que eso es una ilusión, que lo hemos interiorizado y nos hemos resignado a seguir colaborando con la penosa realidad que nos ha tocado vivir. Somos cómplices de un crimen en forma de legado que le llegará a nuestros hijos. Y de nuevo, cabe decir, que la paradoja se cierne sobre nosotros. Pocas veces en la historia hubo tantos retos por los que luchar: el hambre, la incultura, el medio ambiente, la crisis económica, la vivienda…Y aún con todo esto seguimos pensando que luchar por una sociedad y un mundo más justo y equilibrado es una misión para ilusos. Pero algo se está removiendo en las entrañas de las sociedades actuales, algo que dice que el orden de las cosas no está escrito ya y que el futuro lo escribiremos entre todos, que no será escrito por unos pocos interesados en prolongar esta enquistada realidad. La respuesta puede venir desde abajo, desde el sur. El tío Sam está mirando de reojo a América Latina, porque sabe que algo está ocurriendo…