CLICK HERE FOR THOUSANDS OF FREE BLOGGER TEMPLATES »

viernes, 11 de julio de 2008

Historias de Fuenla




Al término de Leganés hacia el sur comienza una carretera que parece discurrir hacia ninguna parte. Entre los desolados campos de trigo, devastados por la incesante construcción, se levanta una masa de bloques de cemento que parece emanar desde la tierra y que se muestra como un fogonazo chocante desde el primer vistazo. Un cartel encima de nuestras cabezas nos da la bienvenida: Fuenlabrada.
Yo, como otros tantos miles de jóvenes, hijos de extremeños, andaluces y castellanos tuve la suerte o la desgracia de crecer aquí. Junto a estos, llegados desde los 70, a partir de los años 90, fueron llegando también inmigrantes marroquíes, o del África central principalmente. En la actualidad el arco social se ha ampliado a chinos, rumanos y latinos. Familias jóvenes, humildes, de clase trabajadora que no podían permitirse los precios de la vivienda en la capital. Fuenlabrada se empezó a convertir así en un vivero de jóvenes (llegó a ser la población con más jóvenes de Europa) de las más distintas procedencias con un sólo rasgo en común, su condición social.
El desarrollo urbano de la ciudad fue escalofriante y completamente irracional. Los bloques, de grandes alturas se fueron levantando a una y otra parte de las cuadriculadas calles, sin una planificación aparente. De vez en cuando se salpicaba una zona con los edificios que proporcionan los servicios sociales básicos y se seguía construyendo. Alrededor de la ciudad al mismo tiempo iban creciendo polígonos industriales de manera indiscriminada (véase Cobo Calleja, el complejo industrial más grande de Europa que hoy se ha convertido en el “Almacén por excelencia” para el insaciable comercio chino).

Para todos los que la conocen, “Fuenla” nunca fue precisamente un lugar ejemplar. Pero la cuestión, por eso de ser nuestro pequeño terruño asignado, y tocar donde más duele, siempre ha sido obviada. A nadie (o casi nadie) le gusta regodearse en lo poco afortunado que es el lugar donde le ha “tocado” vivir. Y digo “tocado” porque la elección era tan limitada que apenas se puede considerar elección. Ahora, con la distancia del tiempo y viendo los nubarrones del futuro, solo podemos agradecer a nuestros padres que lucharan por salir adelante y brindarnos la oportunidad. Nuestra ciudad, pese a quien le pese, no tiene nada que mostrar al visitante. Su identidad está forjada a base de cemento, prisas, sudor y mestizaje. Por mucho que se sigan haciendo rotondas con fuentes y monumentos absurdos o que se levanten “mausoleos culturales” como el bizarro Toma´s y Valiente (si señores, esto es lo que el visitante lee) el sol no se puede tapar con un dedo Pero todo, parece aparentemente estar mezclado sin una regla, de manera caótica, como fruto más de la necesidad y de las urgencias que de un proyecto de futuro real. Y es que “Fuenla” sigue dando, pese a lo que digan los políticos de turno, una sensación de dejadez y abandono que asusta. Las paradojas son constantes: es la ciudad con más polígonos industriales y la de mayor tasa de paro juvenil. Y no hablemos de educación, ya que aquí los datos asustan: no hace falta decir que estamos “a la cola” de la Comunidad, o al menos eso indicaban unos datos del Gobierno autonómico hace unos años.


En 20 años, el barrio en el que vivo no ha cambiado un ápice. La calle sigue llena de locales vacíos, donde empiezan a crecer los hierbajos. Los pocos valientes que resisten con sus negocios presentan un aspecto lúgubre. Solo los populares “chinos” y los locutorios parecen poder sobrevivir en semejante desierto comercial. Al fondo se muestra el baldío donde aparcan gran parte de los coches del barrio, en el cual pueden robarte o destrozarte el coche con una facilidad pasmosa. A apenas un kilómetro de distancia, se muestra en medio del páramo en lo alto de una colina artificial, El todopoderoso Corte Inglés, el mismo que iba a revitalizar el barrio pero que finalmente se estableció lo suficientemente cerca como para ser observado nítidamente en su endiosado pedestal, pero lo suficientemente lejos como para no influir lo más mínimo en el barrio o la ciudad. Mr. Marshall no pasó y se marchó, nos contempla desde la ventana de enfrente, como burlándose cruelmente desde su acomodada posición. Yo sigo pensando que la gente solo va a este centro comercial (o al menos en mi barrio) para dar un paseo y ver las novedades comerciales. Los abusivos precios, no hacen sino que reafirmarlo en su papel de museo-galería comercial al que uno va a echar la tarde, decir que caras están las cosas, comprar algo insustancial y barato (por supuesto) y volverse para el “chamizo”. Todas estas apreciaciones están cimentadas en multitud de experiencias que un servidor ha recopilado a lo largo de su existencia en la periferia: faltaría más.

Pero después de situarnos en el contexto cabe hablar del entramado social de mi urbe, donde ocupa un lugar principal la juventud, corazón y verdadero motor de nuestro ser. Observemos la especificidad de mi querida juventud fuenlabreña: ¿qué nos hace diferentes? ¿serán las afamadas gorras? Son muchos los forasteros que me han comentado que el estilo autóctono a la hora de llevar dicha prenda ha creado una escuela: los gorrillas de Fuenla. Tristemente seguimos siendo conocidos por sucesos, características y comportamientos que no tienen absolutamente nada de meritorio. Los paupérrimos niveles educativos, la ausencia (para que faltase tendría que haber) de civismo, la delincuencia, especialmente a pequeña escala, el altísimo consumo de drogas, la incultura, el paro, la baja preparación profesional, la falta de perspectivas... Y que no me vengan con el cuento de los inmigrantes, porque esto antes de que ellos llegaran ya era así. El alcalde sigue pensando que ante todo esto lo mejor es seguir haciendo rotondas y de vez en cuando inaugurar un nuevo colegio o centro de salud. Toda esta madeja parece enredarse hasta el infinito y no tener una solución clara. Sin llegar a los niveles de los ghettos de otros países la situación es preocupante. La población ante esto, lógicamente, no debe redimir su gran parte de culpabilidad. No se les puede achacar por ejemplo a los profesores toda la culpa del fracaso escolar. Sin embargo si se pueden revisar los métodos para incentivar a los jóvenes: según mi tutora del instituto, yo y la manada de “gremlins” que me acompañaban (yo por supuesto hacía méritos para estar entre los más “gremlins”) deberíamos ser delincuentes o desechos sociales. Ahora me gustaría encontrármela y hablarle de mi currículum académico, para que viera que las cosas no son siempre lo que parecen. Tampoco la condeno por ello, ni por sus numerosas bajas por depresión. Si hubiese existido en esa época el “bullying” toda mi clase hubiese acabado en centros correccionales.

Podría escribir una enciclopedia, como cualquier otro adolescente, contando las cientos de peripecias que me sucedieron en mi más tierna pubertad. Pero Fuenla sigue teniendo ese toque que la hace distinta. Toda persona criada aquí puede contar haber presenciado innumerables casos de reyertas, haber sido víctima de atracos de alto o medio pelo e incluso haber coqueteado con pequeños actos fuera de la ley (quien no ha tenido en sus manos alguna vez una “opi”) , de la manera más natural del mundo. A la mayoría se les pasa la tontería, y a los que no, les espera un futuro muy negro, ya que la ley suele castigar mucho más a los delincuentes de menor entidad social. Por ejemplo, el que se llevaba todas las “collejas” de la clase ha terminado siendo policía, supongo para resarcirse de años de agresiones. Mi ciudad, en este sentido, es un buen caldo de cultivo para emular las proezas de los “maderos” de Coslada. Años de rabia contenida, escasa formación, sumados a horas de gimnasio y drogas químicas producen auténticas máquinas policiales de la corrupción.

Las jergas que aquí hablamos son incompresibles para los de la capital. Solo son comprendidas y respetadas por las zonas sureñas de la capital, por nuestros hermanos de Parla, Móstoles, Alcorcón o Leganés (Getafe ha adquirido otra dimensión) y reductos del corredor del Henares. Cuando uno de “Fuenla” dice que va a “coger la pava” (“la blasa” en las variedades dialectológicas de Móstoles y Alcorcón) no se refiere a que va irse con su compañera sino que va a tomar un autobús.

Continuará…

1 comentarios:

Mr-EGO dijo...

Buenas César, como no doy contactado contigo de otra manera aquí me tienes, escribiendo en tu blog.

Si no me reconoces, soy Romay... (ahora sí no?), te escribo para que mantengamos el contacto tio!!! Te he enviado un correo a tu cuenta del msn para invitarte a tuenti, no seas vago y registrate, que así mantendremos el contacto!!!

A CUidarse!!!

PD: Tuenti es una comunidad para compartir fotos.