“Lección amarga, lección primera, el cambio social está en manos de quien no se preocupa por su cartera” Juaninacka
El mc de Coria del Río dispara una frase más que certera a nuestra desorientada y abandonada juventud. La clase obrera, y la juventud como motores tradicionales del cambio social están completamente muertos. Nuestra sociedad produce hoy en día fenómenos tan sumamente contradictorios como el cambio de roles y valores en la escala social. Ante una sociedad que afronta la crisis económica y social con resignación y conformismo, resguardándose en el estado de bienestar y la industria del consumismo, la clase obrera, y en particular el sector juvenil se encuentra en un túnel que parece no tener una salida clara. Los referentes políticos y culturales parecen diluirse en mil capas fragmentadas en la perfecta máquina de la industria del ocio y el entretenimiento. Las modas y las corrientes de épocas pasadas vuelven cada día con más fuerza, ante la ausencia de esos mismo referentes que hubo en periodos históricos anteriores, solo que están vez retornan en forma de productos, banalizados y desvirtuados de su simbolismo y carga original. Las élites intelectuales y culturales como motor de cambio, como elemento contestatario de las injusticias del sistema, permanecen escondidas y acomodadas en el mullido asiento que les brinda ese mismo sistema.
En este contexto se producen esos fenómenos contradictorios a los que hacía referencia. Como muestra de ello cabe señalar la toma de conciencia social y política de jóvenes de clases acomodadas, por motivos que aquí no me voy a tomar la molestia en desgranar. Precisamente los sectores más castigados y desfavorecidos por las actuales coyunturas económicas, sociales y políticas son los que menos parecen movilizarse y preocuparse por cambiar la situación. Es cuanto menos indignante y alarmante, que jóvenes de familias acomodadas tengan que venir a reclamar los derechos por los que tanto se ha luchado y que día a día se van recortando en las clases medias y bajas de nuestra sociedad. Nadie les arrebata su derecho a hacerlo, pero es cuanto menos representativo de la desorientación que existe entre las clases obreras. No es necesario que me extienda hablando del empobrecimiento de las clases medias, el paro, la precariedad laboral, el pésimo nivel educativo o el aumento de las diferencias sociales como algunos de los principales azotes a los que nos estamos enfrentando y sobre los cuales parece que no tengamos nada que decir. Parece que nos han introducido perfectamente la idea de que somos meras estatuas en este devenir y trascurso histórico y que lo mejor es rezar hasta que pase la tormenta… ¿De verdad que solo nos queda resignarnos y conformarnos?
Primero vinieron a por los judíos y no dije nada, porque yo no era judío. Después vinieron a por los comunistas y no dije nada, porque yo no era comunista. Más tarde vinieron a por los sindicalistas y no me importó porque yo no era sindicalista. También vinieron a por los intelectuales, pero como yo no era un intelectual, me dio lo mismo. Luego vinieron a por los católicos, pero no me importó porque yo era protestante. Por último vinieron a por mí. Entonces sí que reaccioné y grité, pero ya era demasiado tarde: no quedaba nadie para decir algo en mi defensa.